Y un día volví. Tras dos años de no pisar una sala de teatro, debido a la pandemia, al cierre de establecimientos públicos y, también, al temor natural de salir nuevamente, acudí al Teatro Británico a ver El cuidador. Doble motivo: por un lado, no siempre se puede ver en escena a uno de mis dramaturgos predilectos: Harold Pinter. Y, por otro, volver a ver sobre un escenario a mi admirado Alberto Ísola. Aquí unas modestas reflexiones sobre la impecable puesta de Mikhail Page.
Escribe CARLOS M. SOTOMAYOR
La habitación de una edificación en ruinas es el escenario donde transcurre toda la acción dramática de El cuidador, pieza teatral escrita por el dramaturgo inglés Harold Pinter. Un recurso recurrente, sin duda, dentro de su dramaturgia. Pinter y su tendencia a encerrar a sus criaturas en un espacio cerrado, haciéndonos partícipes a los espectadores del juego de tensiones que se sucede a lo largo de la puesta en escena. Y en ese sentido, la puesta de Mikhail Paga logra dicho propósito. Para empezar, gracias al excelente trabajo escenográfico. La precariedad, la acumulación y el hacinamiento resuenan como un eco constante por todo el espacio.
Como otras obras de Pinter, El cuidador se sostiene básicamente en los diálogos de los personajes. Aquí podemos notar la mano diestra del director y, por supuesto, la respuesta de los actores (Isola, Meza y Camina) para lograr un ritmo adecuado que logra atrapar la atención del público de principio a fin. Son apenas tres personajes e, incluso, las veces en que están en escena juntos son muy contadas. La mayor parte del tiempo estamos frente a dos personajes que dialogan. Y lo maravilloso es como a través de esos diálogos se despliegan todas las emociones que convergen en la historia: desde el humor negro –tan pinter–, hasta lo dramático. Con ciertos guiños al absurdo Beckettiano.
La historia nos presenta a Davis (Alberto Isola), un vagabundo que es auxiliado por un extraño sujeto llamado Aston (Óscar Meza), quien le permite quedarse en aquella corroída y extraña pieza de una edificación, como hemos mencionado, en ruinas. Así, lo extraño va dominando el espacio. No solo resulta extraño Aston, con su peculiar manera de hablar, también lo es Davis, con sus salidas extrañas y misteriosas (en torno a su identidad, por ejemplo). Y lo es más, por supuesto, Mick (Eduardo Camino), el impulsivo y medio sádico hermano de Aston.
La obra plantea varios temas. Uno de ellos tiene que ver, según mi lectura, con la deslealtad y la ambición por acomodarse con el que tiene aparentemente el poder. Es lo que sucede con Davis frente a los hermanos: termina traicionando, de alguna manera, a uno de ellos. Por otro lado, el tema del migrante, la xenofobia y las identidades ocultas también está muy presente en la obra. El cuidador es, pues, una obra que no puede dejar de ver. Una obra que sacude la conciencia aletargada del presente.
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Temporada hasta el 24 de julio.
Viernes y sábados a las 8:00 p.m.
Domingos a las 7:00 p.m.
Teatro Británico: Calle Bellavista 538, Miraflores.