Escribe CARLOS M. SOTOMAYOR | Foto: Paola Vera

Una niña, apodada Jirafa, por su figura alargada, debe preparar para la escuela una exposición sobre las jirafas, precisamente. Lamentablemente, su padre no ha pagado el servicio de cable y no va a poder ver documentales en el canal respectivo. Es así que ella, junto a su oso de peluche llamado Judy Garland, decide iniciar una aventura que tiene como propósito lograr la suscripción al Discovery Channel. Es así que se empieza a desplegar la trama de Tristeza y alegría en la vida de las jirafas, obra escrita por el dramaturgo portugués Tiago Rodrigues y que se presenta en Lima bajo la dirección de Alberto Isola.

Rodrigues ha construido una obra compleja, pese a la aparente simpleza de la anécdota argumental. Son los otros elementos, más de corte simbólico, los que insuflan a la obra de una profundidad que cala en el espectador. Conviene añadir aquí que la pequeña niña, Jirafa, vive solo con su padre, pues no hace mucho han perdido a la madre. Otro dato: es la madre quien la llamaba con ese apelativo de Jirafa. Es así que aquel periplo que emprende la niña va más allá, pienso, de la búsqueda del dinero para la suscripción al canal de cable (y poder culminar su exposición escolar). Va más allá, incluso, de la crítica social, que también está presente en la obra (en la que la niña llegará a hablar con el mismísimo primer ministro luso). Creo que el gran tema es el tránsito vital en el que se deja atrás la infancia. Y todo lo que implica; como, por ejemplo, aceptar la muerte de la madre.

La puesta en escena, pergeñada por Alberto Isola, resulta impecable. El ritmo de la obra no deja respiro al espectador que se sumerge en la aventura dramática y, al mismo tiempo, no exenta de humor, que emprende la pequeña Jirafa. Como es común en los montajes de Isola, la música ostenta un papel importante. Tanto la música que acompaña los momentos de transición como, incluso, la canción que entona el oso Garland. En cuanto a las actuaciones, las palmas se las lleva, sin duda, Alejandra Guerra, quien interpreta a Jirafa y sostiene toda la obra. Merece destacarse también el trabajo de Eduardo Pinillos, quien encarna al oso Judy Garland que sirve de contrapunto y acompañamiento constante al personaje protagónico. Pinillos cumple a la perfección.

La obra se presenta en el Teatro de la Universidad del Pacífico y merece verse. Como los buenos montajes, el espectador saldrá tocado por la historia y con una serie de reflexiones personales revoloteando por allí.