Escribe CARLOS M. SOTOMAYOR
Una pareja de esposos se conecta, en modo zoom o videollamada grupal, con sus dos hijos quienes residen fuera del Perú. La mayor, con su marido e hijos, en California, EEUU; el menor, aun estudiante universitario, en Londres, Inglaterra. Es el cumpleaños de este último: razón de esta reunión virtual. Para la madre, sin embargo, es la ocasión para revelar una verdad reciente: la separación del matrimonio.
No se piense, amable lector, que se está recurriendo al vil spoiler. Nada de eso. Descubriremos muy temprano aquella noticia que había permanecido oculta durante un tiempo menor. Esa revelación, sin embargo, será la punta del iceberg de un pasado pletórico en secretos que poco a poco irán saliendo a flote. En ese sentido, la trama, el manejo del suspenso, del dato oculto, resultan notables. Y allí está el mérito de Mikhail Page y Rasec Barragan en la dramaturgia.
El texto de Tiempos mejores nos confronta con aquellas grietas que existen en las familias y pueden desencadenar en un desmoronamiento de los lazos filiales. En esta concatenación de verdades que se irán revelando, hay una que no diremos, pero tiene que ver con el abuso infantil. Pero más allá de aquello, la obra echa luces a las consecuencias del hecho y de las decisiones que se toman en determinados momentos.
No existen víctimas ni verdugos. Todos son lo uno y lo otro, según las circunstancias. Es por ello que el espectador no consigue empatizar solo con un personaje o defenestrar a otro. Todo resulta ambivalente. Entendemos que algunas decisiones no fueron las correctas y entendemos que quienes las tomaron lo reconocen y piden perdón y aseguran haberlas tomado empujados, obligados por circunstancias insalvables. Lo sabemos y al mismo tiempo sabemos que no basta. Algo que se quiebra, difícilmente puede ser recompuesto. La grieta nunca desaparece, es como una herida abierta que no deja de supurar.
Aunque con momentos de humor, la obra se va decantando por el drama, indudablemente. Y aquí destaca, por supuesto, la performance actoral del elenco. Los cuatro actores destacan. Javier Valdés y Denisse Dibós, como el padre y la madre, respectivamente, no hacen sino confirmar la solvencia actoral que les conocemos. Por su parte, Alicia Mercado y Mario Cortijo, como Andrea y Leando, no solo no desentonan, sino que por momentos logran niveles altos de actuación. La puesta en escena, como no podía ser de otro modo, resulta perfecta, en su minimalismo escenográfico que ayuda a subrayar la enorme carga psicológica de la trama. Y eso se lo debemos a Roberto Ángeles y su conocida y reconocida maestría en la dirección. Una obra que no se puede dejar de ver. Una obra que estremece.
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Funciones: De jueves a sábados 8:00 p.m., domingos 7:00 p.m. y los lunes populares 8:00 p.m.
Teatro: Julio Ramón Ribeyro del Centro Cultural Ricardo Palma (Av. José Larco 770, Miraflores).
Entradas: Plataforma Joinnus.